Hacia una pedagogía de la esperanza: Investigaciones UdeC destacan experiencias de rescate y valoración de “los comunes”

Crédito: Recolección de hongos/Imagen referencial.
Los estudios dan cuenta de realidades de diversos territorios en la gestión, defensa y ampliación de experiencias de vida en torno a este concepto que se refiere, en términos generales, a aquellos elementos que usamos colectivamente.
Una serie de estudios de caso, realizados desde la UdeC, ponen en evidencia el valor de “los comunes” para reconstruir el vínculo entre las personas y de ellas con la naturaleza, administrar mejor los recursos y estar preparados para situaciones de riesgo en contextos de cambio climático.
Esta es una de las varias conclusiones de una serie de investigaciones -tres Fondecyt regulares sucesivos y un proyecto Anillo- lideradas por la académica del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales, Beatriz Cid Aguayo.
La Dra. Cid ha dedicado los últimos años a investigar la existencia de los comunes en contextos de homogeneización económica, con el fin de ahondar en sus formas de gestión, defensa y ampliación y contribuir al establecimiento de modelos para su gobernanza.
“Las ideas de los bienes comunes y de lo común surgen de una larga tradición teórica sobre lo comunal, que se define por los usos colectivos de los recursos naturales, sociales y socioculturales para una comunidad y que se poseen y/o gestionan colectivamente”, explica la socióloga.

Las visiones más clásicas sitúan lo común en los objetos, recursos y servicios compartidos, mientras que en las perspectivas constructivistas importan más las prácticas, las formas de pensar, sentir y actuar desde la “comunalidad”, complementa la investigadora.
“En términos generales (los comunes) son todos aquellos elementos -de la naturaleza, de la cultura, materiales e inmateriales- que usamos colectivamente: desde el aire que respiramos, el lenguaje que compartimos, los espacios que recorremos cuando caminamos por la calle o visitamos una playa, cuando recogemos moras a la vera del camino (…)”, acota la académica.
Asimismo, señala que la relación con ellos es diversa, yendo desde el uso o simple acceso hasta la extracción o el usufructo, agregando que con algunos comunes se da la paradoja de que, aunque se trata de “bienes de todos”, no es posible establecer a quién corresponde la responsabilidad de su cuidado.
Por eso, dice la especialista, hay que pensar “que no hay comunes sin comunidades que los cuiden”.
Valor desde el trabajo y el conocimiento
A través de las investigaciones se han generado vínculos con diversas comunidades del centro sur de Chile, con quienes se llevaron a cabo proceso de “cartografías” colectivas para hacer el levantamiento de los bienes comunes y se efectuaron talleres y laboratorios con participación de organizaciones sociales de distinta naturaleza ligadas a los territorios en estudio.

Los proyectos permitieron, asimismo, documentar experiencias relacionadas con la viñatería tradicional, actividades de recolección -algas, hongos y nalcas-, de economía comunitaria mapuche, además de la pesca de salmónidos invasores y gestión común de bosques urbanos, que dan cuenta de cómo se vive en torno a “los comunes”.
Uno de los hallazgos en el análisis de estas experiencias es que los participantes asociaron los comunes más bien con elementos inmateriales y socioculturales, como el conocimiento común -y, en particular, el kimün, el saber tradicional mapuche-, así como con la organización comunitaria, las prácticas culturales propias y la forma de vivir su territorio.
“Solo después de insistir comenzaron a identificar elementos comunes en el medio biofísico como el mar o los peces, aunque siempre mediados por el trabajo y el conocimiento; es decir, no es el pescado, sino la pesca; no es el bosque sino las rutas de recolección”, dice Beatriz Cid.
En ese sentido, agrega, las experiencias y relaciones económicas en los casos analizados no se organizan en torno a la valoración monetaria de los bienes reconocidos como comunes, sino que adquieren sentido por su relación con el trabajo, el medioambiente y la comunidad y por su aporte al bienestar social y material de los territorios y sus habitantes.
Viejos saberes, nuevas alternativas
Desde la perspectiva de estas experiencias, desde los viejos conocimientos es posible construir soluciones para problemas actuales asociados, por ejemplo, al cambio climático.

Una de las publicaciones vinculada a estos estudios reporta que la viñatería campesina de los valles de Itata y Cauquenes, basadas en el manejo agroecológico de las vides, es un factor de resiliencia climática.
Pero no solo eso. La mantención y revalorización de las tradiciones ha permitido la sobrevivencia de un patrimonio -el cultivo de la uva país, presente en la zona desde el siglo XVI- pese a las presiones de la vitivinicultura agroindustrial y las plantaciones forestales.
Los estudios sobre los comunes también plantean que estos elementos no son un conjunto estable en el tiempo: crecen o disminuyen por distintas circunstancias.
También pueden surgir otros nuevos. Es el caso de Caleta la Barra (en el río Toltén), donde los pescadores lograron constituir el salmón chinok -una especie invasora- como un nuevo recurso común, en cuya captura se ha reforzado la memoria del trabajo colectivo.

En otros casos, parece operar una suerte de adaptación a nuevos escenarios, como se ha observado en la recolección de hongos, cuyos saberes tradicionales han servido para continuar con la actividad en espacios dominados por los monocultivos forestales, o en comunidades mapuche, donde la economía comunitaria se ha reorientado, por ejemplo, a la actividad turística, luego de procesos de recuperación de tierras o relocalización.
Pedagogía de la esperanza
Como resumen de estos trabajos, la especialista destaca la posibilidad de visualizar una “pedagogía de la esperanza” en los casos de estudio.
Lo que ocurre, explica, es que la investigación sobre comunes está muy vinculada a la descripción de problemas como el extractivismo, la explotación, la degradación ambiental, entre otros, todos temas que, en su opinión, contribuyen a la sensación general de desesperanza que vive la sociedad en la actualidad.
“A mí me interesa mostrar colectivos humanos logrando, en su escala, hacer cosas por ellos mismos, su comunidad y su medio”, asevera la Dra. Cid.

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