Educación virtual vs. educación presencial: ¿reemplazo o complemento?
Crédito: Needpix
Tres expertos UdeC ahondan en el nuevo proceso formativo que se ha desarrollado a causa de la pandemia. Ante un eventual retorno a clases urge definir las directrices de lo que será la educación del futuro. Este debate lo presentamos en el contexto del especial #NuevoSigloUdeC.
La rápida y fulminante expansión del Covid-19 por el mundo tomó a todos por sorpresa. Uno de los puntos críticos fue la educación, donde —por obligación— se tuvo que dar paso a la virtualidad, para la cual muchísimos docentes y alumnos no estaban preparados; ya sea por conectividad, adaptación y/o metodología, entre otros aspectos.
Todo se ha ido construyendo en el camino, el cual no ha estado exento de vicisitudes, pero que ha desembocado en un interesante ejercicio donde ambas modalidades educativas, presencial y virtual, se han visto enfrentadas.
Desde argumentos simples —en su planteamiento, mas no en su resolución— como que en un hogar no existan las condiciones adecuadas para que los estudiantes puedan cumplir de buena forma sus deberes, hasta ideas que cuestionan la obligatoriedad de asistir a un lugar físico a adquirir conocimientos que perfectamente se pudieran aprender de forma virtual, han abierto el debate en torno al futuro de la educación.
Según el Director del Centro Interactivo de Ciencias, Artes y Tecnologías, Dr. Juan Carlos Gacitúa Araneda, “esta crisis es un despertar, a bofetones, donde nos damos cuenta que tenemos que entrar a una nueva realidad, la que sin duda va a redibujar todas las formas en que se concibe la educación universitaria y también la educación en el ámbito escolar”.
“Recién estamos emulando las condiciones de una clase presencial en un entorno virtual, esto está muy lejos de ser e-learning y de ser un modelo de formación que aproveche todas las ventajas que tiene Internet”, asevera Gacitúa. En la misma línea, el Dr. Jorge Ulloa Castillo, Director del Magíster en Gestión y Liderazgo de la Facultad de Educación UdeC, manifiesta que “en este período hemos visto que se ha podido hacer clases a distancia, pero en general estamos todos de acuerdo que lo que hemos hecho es un poco adaptar la presencialidad a la virtualidad, no hemos entrado en materias virtuales propiamente tales”.
Si bien las emergencias —como la pandemia que vivimos ahora— ponen a todo el mundo a buscar respuestas y adaptaciones frenéticas en todas las esferas de la vida que se ven afectadas, no todos tienen la misma capacidad de acomodarse tan rápidamente como la sociedad espera, y en esto los profesores y profesoras han estado sometidos —en todo nivel educacional— a grandes presiones por sacar adelante un trabajo que tenía una planificación totalmente diferente.
Sobre la premisa anterior, el Director de la DTI (Dirección de Tecnologías de la Información) de la Universidad de Concepción, Ítalo Foppiano Reyes, señala que “en los contextos donde hay un diverso rango etario, quienes se ven más perjudicados son las personas del rango superior, que no están familiarizados con las tecnologías de la información; particularmente para ellos el desafío es mayor, porque primero tienen que adoptar herramientas tecnológicas sobre las cuales no tienen gran dominio, a diferencia de los alumnos, que son nativos digitales. Además, no es solo la adopción de nueva tecnología, sino que también cambia el paradigma del aprendizaje”.
La esencia del proceso enseñanza-aprendizaje
¿Qué tipo de educación se requiere para Chile? Esa es la pregunta que ha reflotado a raíz de la pandemia. Es una interrogante muy difícil de abordar, puesto que un fantasma que ronda permanentemente es la desigualdad, ese aspecto tan distintivo de nuestra sociedad que aleja al estudiantado en general de tener un objetivo común, ya que mientras algunos afortunados cuentan con la posibilidad de aprender dos idiomas —aparte del nativo— en un colegio, muchos otros van solo a cumplir con la obligatoriedad mínima escolar que se exige para postular a algunos trabajos.
A raíz de lo anterior, una forma de abordar el tema es ir a un concepto básico. Según el Dr. Ulloa, una interrogante inicial dice relación con preguntarse a qué deberían ir los estudiantes a una clase. “Si van a ir a mi clase a algo que pueden encontrar en internet o leyendo un paper, creo que no tiene mucho sentido. Desde ese punto de vista, estimo que se tendrá que hacer un mayor esfuerzo por incorporar estrategias distintas de vinculación con los estudiantes en su proceso de aprendizaje, considerando que la variable ‘docente’ es una de tantas otras; es clave, pero es solo una pensando en el modelo clásico. Si el modelo clásico es transmisión del conocimiento, el docente es uno más y hay una serie de otras fuentes de transmisión del conocimiento, desde los pares, las fuentes digitales, etc.”.
“En este nuevo escenario, el docente debe ser un provocador, debe llevar a los estudiantes a tensionar sobre lo que saben o creen saber respecto del nuevo conocimiento, para eso es clave hacer buenas preguntas, levantar nuevos problemas. En la clase se debe ir a debatir problemas”, complementa Ulloa.
Lo que sí queda claro es que la mediación de un adulto profesional experto en materias de aprendizaje va a ser siempre necesaria. Si bien la virtualidad es muy fácil usarla para generación de conocimiento, los estudiantes pueden buscar información usando recursos digitales, leyendo e investigando en sus casas, y en ese caso el rol del profesor es ayudarlo a determinar cuáles son buenas fuentes o fuentes deficientes, como alguien que va acompañando y poniendo las alarmas en cuanto a lo que está produciendo el estudiante.
Con respecto al aprendizaje, el Dr. Gacitúa menciona que, “cognitivamente, hoy los estudiantes hacen lo mismo”, en referencia a sus tiempos como alumno escolar, haciendo la salvedad de que hoy todo es más rápido. “Pero cognitivamente no hay un salto. Desde el punto de vista del aprendizaje, son las mismas cosas con distinta velocidad. Lo que nos va a permitir disminuir esa brecha es que los niños sepan qué hacer con la información: cómo hacer una buena búsqueda, cómo discriminar lo que me sirve o no”.
Además, destaca el caso de Dinamarca, donde hace aproximadamente 15 años las autoridades crearon una ley que consiste en que el estudiante universitario tiene derecho a conectarse a Internet al realizar cualquier evaluación, ya que justamente la red global era parte de la vida diaria del país europeo. “Estoy en mi examen —de lo que sea— y el profesor pregunta algo y yo puedo sacar mi teléfono y buscar cualquier información que sea útil para responder”.
Dicha ley empezó a golpear todo el sistema. “Los docentes dijeron ‘si el 90% de las cosas que pregunto son de memoria, se pueden hallar en Internet’. En consecuencia, yo, como profesor, tengo que hacer más trabajo en grupo, trabajo de campo, tengo que migrar mi metodología, entendiendo el contexto de Internet; y tengo que pedirle a mis estudiantes otro tipo de cosas que apuntan a la creación, el trabajo experimental, el análisis de caso, que es parecido a lo que se van a encontrar los estudiantes en el mundo profesional”.
A, B o todas las anteriores
Respecto a qué tipo de educación es a la que debe apuntar Chile, para Ítalo Foppiano, si bien existen muchos beneficios en la educación online, esta modalidad no debe aplicarse en todos los contextos. “Estoy pensando en la educación primaria o secundaria, donde hay aspectos de tipo formativo que están vinculados con el relacionamiento de las personas, pero en la educación terciaria claramente es una modalidad que tiene sus beneficios: brinda la posibilidad de realizar un mejor seguimiento al avance individual de cada alumno, hay más oportunidades de tener una retroalimentación, también de los logros de aprendizaje adquiridos por el alumno, se puede hacer una mejor gestión; de manera que creo que la educación online va a adoptarse más una vez que pase esta contingencia principalmente en el nivel terciario”.
Para Jorge Ulloa, quien además es Director del Centro de Liderazgo Educativo para la Mejora en Red, es probable que se esté en presencia de una necesidad de mezclar más virtualidad y presencialidad. “Quizás no es necesario que los estudiantes vayan todos los días a sus centros educacionales”, apunta, además de recalcar que si bien en este tiempo se ha usado Zoom y Teams, “ha sido básicamente para exponer, para presentar, y los recursos de apoyo también se ponen en una plataforma; pero en lo sustantivo no hemos sido capaces de innovar por una razón muy simple: esto se nos vino muy encima a todos y no tuvimos tiempo de pensar”, finaliza.
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