Docentes UdeC analizan terremoto de Rusia y medidas adoptadas en Chile por alerta de tsunami

Crédito: Archivo Senapred
Chile registra avances en monitoreo y respuestas, pero desde la academia advierten que la prevención y reducción de vulnerabilidad siguen siendo claves para gestionar riesgos.
El reciente terremoto de magnitud 8,8 ocurrido en la península de Kamchatka, Rusia, y la posterior activación de la alerta de tsunami en Chile, puso a prueba los sistemas de monitoreo y respuesta del país ante eventos sísmicos transoceánicos. Este evento ha servido para analizar el fenómeno e impacto potencial y reconocer tanto los avances logrados a nivel nacional como los desafíos que persisten en materia de gestión del riesgo.
La académica del Departamento de Geofísica de la Facultad de Ciencias Físicas, Dra. María Ignacia Calisto Burgos, explicó que si bien el sismo tuvo una magnitud similar al terremoto del 27 de febrero de 2010 en Chile, el modo en que se produjo influyó en la energía transmitida al océano.
«A pesar de ser magnitud 8,8, la misma que el Maule, la columna de agua golpea con un cierto ángulo, que se llama ángulo de deslizamiento. Uno puede ver en los mareógrafos cerca del epicentro que el tsunami que generó no tiene las amplitudes tan grandes», señaló.
Sin embargo, recordó que las olas de tsunami, incluso de menor altura, concentran una gran energía y pueden generar arrastre significativo, lo que justifica las medidas preventivas adoptadas en el borde costero.
«No se puede comparar olas de tsunami con olas comunes. Cuando nosotros hablamos de medio metro en una ola en el océano, cuando estás en la playa en pleno verano con olas comunes no pasa nada. Pero una ola de tsunami que ha acumulado energía durante toda su trayectoria, con unas longitudes de onda mucho más largas, son altamente energéticas, y medio metro puede provocar, por ejemplo, que arrastre y se lleve cosas», explicó la Dra. Calisto.
Por estas razones, la investigadora sostuvo que las medidas preventivas como el cierre de puertos o playas son prudentes, aun cuando las amplitudes registradas sean aparentemente bajas.
«Me parece que es pertinente cerrar puertos, playas, estar tomando las precauciones que se están tomando. Quizás alguno puede decir es exagerado porque no se ve mucha amplitud. Pero ojo; son amplitudes de tsunami, por lo tanto pueden arrastrar cosas», dijo.
El docente del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Facultad de Ciencias Químicas, Dr. Andrés Tassara Oddo, señaló que terremotos de gran magnitud como el de Kamchatka responden a un mismo mecanismo presente en todas las zonas de subducción: la acumulación prolongada de energía entre placas tectónicas trabadas, seguida de su liberación repentina, como ha ocurrido en Chile previamente.
«Son todos generados por el mismo proceso de súbita liberación de la energía elástica que se había acumulado entre las dos placas, producto de un dominio de la fricción durante un tiempo largo. En este caso fueron 70 años desde el último gran terremoto en Kamchatka. Se acumulan, entonces se vuelven a pegar las placas y acumula esta deformación hasta que ya no resiste más el sistema y libera todo esto con un terremoto», ilustró.
Detalló que en este tipo de eventos, la zona de contacto entre placas —que puede tener cientos de kilómetros de extensión— se eleva repentinamente, provocando un desplazamiento masivo de la columna de agua sobre ella.
«Estamos hablando de áreas de 500, 600 kilómetros por 100 kilómetros de ancho, y en todas esas zonas se produce una elevación del piso marino que se ve replicada por una elevación de la columna de agua, generando un gigantesco tsunami, en este caso transpacífico», detalló.
El Dr. Tassara señaló que, aunque estos procesos son similares en Chile, Japón, Alaska o la propia Kamchatka, no siempre producen el mismo tipo de tsunami, ya que influyen factores como la geometría de la falla, la profundidad del sismo y las características del fondo marino, y estos elementos pueden atenuar o amplificar la magnitud de las olas a lo largo de su recorrido.
Respecto a la capacidad predictiva, el académico sostuvo que la ciencia ha avanzado, pero todavía queda camino por recorrer.
«Yo diría que hay una actividad científica muy relevante en todas partes del planeta que apunta hacia mejorar nuestra capacidad predictiva. Todavía faltan décadas, probablemente, para esto, pero no cientos de años, pienso yo. Antes de ese tiempo debiéramos tener sistemas que, de verdad, nos permitan hacer una alerta correcta de terremotos en el futuro», aventuró.
En cuanto al manejo de la emergencia actual, destacó los progresos en el monitoreo y la tecnología desde el 27F y los terremotos de Iquique 2014 e Illapel 2015, aunque considera que en este caso específico hubo margen para ajustar la magnitud de la alerta.
«Había información suficiente como para poder haber hecho una alerta, una precaución, mucho más moderada como así lo ameritaba el conocimiento de cómo se está desarrollando el tsunami en la cuenca del Pacífico y creo que estamos bien al debe, como siento que hay un pequeño retroceso en ese sentido en el sistema de alerta tsunami, sobre todo para tsunamis lejanos», lamentó el Dr. Andrés Tassara.
Por su parte, la Directora del Grupo de Investigación Multiamenazas Biobío y académica del Departamento de Geografía de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Geografía, Dra. Edilia Jaque Castillo, valoró la coordinación técnica e institucional ante esta amenaza transoceánica y reconoció las mejoras sustantivas en las capacidades de respuesta del país.
«Chile ha logrado avances importantes en el monitoreo de amenazas y en la emisión de alertas tempranas con niveles crecientes de fiabilidad. No obstante, aún no hemos dado el salto necesario hacia una gestión integral del riesgo centrada en la prevención. Esta debe ser la prioridad nacional, especialmente si se aspira a construir un país más justo, resiliente y preparado para los desafíos de un siglo marcado por la intensificación de las crisis ambientales y socionaturales», reflexionó.
Si bien celebró la capacidad de respuesta en este evento, advirtió que no es directamente extrapolable a terremotos locales o de campo cercano, donde los tiempos de reacción son mínimos. Por ello, sostuvo que la gestión del riesgo debe considerar elementos clave que trasciendan a la mera capacidad de alerta.
«La alerta es solo una parte del sistema; su efectividad depende directamente de las condiciones preexistentes de organización territorial, educación comunitaria, planificación del riesgo y capacidades de respuesta. Cuando estas no existen o son insuficientes, la alerta puede quedar reducida a una señal sin dirección clara, generando confusión o incluso mayor exposición. Por ello, es indispensable avanzar desde un enfoque centrado únicamente en la amenaza hacia una gestión integral del riesgo, donde el fortalecimiento de las capacidades locales y la reducción de la vulnerabilidad estructural sean pilares fundamentales», expresó la académica de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Geografía UdeC.
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