El Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa que gatilla un deterioro progresivo de los sistemas neuronales asociados a funciones críticas del organismo. A medida que la condición evoluciona, el progreso involucra un compromiso general de la persona debido a la desconexión de neuronas clave, lo que lleva a la muerte.
“Yo le explico a mis estudiantes que es como ir apagando servidores en una red de Internet global. Entonces, a medida que se van apagando más servidores, más funciones se van comprometiendo en el proceso y finalmente llegamos a la etapa de compromiso global que induce la muerte”, explicó el docente e investigador de la Facultad de Ciencias Biológicas, Dr. Jorge Fuentealba Arcos.
Uno de los grandes desafíos de la ciencia hoy es buscar fórmulas o herramientas para la detección precoz de patologías degenerativas como el Alzheimer o el Parkinson, pues ahora solo se reconocen cuando ya muestran signos de avance.
Se estima que alrededor de 60 millones de personas viven con Alzheimer a nivel mundial. La Organización Mundial de la Salud cifra en 10 millones los nuevos casos de demencia al año, entre las cuales se encuentra esta patología. En Chile, la Corporación Profesional Alzheimer y Otras demencias (Coprad) afirma que cerca de 200 mil personas viven con disfunción cognitiva
Factores de riesgo en Alzheimer
La neurólogadocente de la Facultad de Medicina UdeC, Dra. Carla Brevis Cartes, detalla que pese a eso, “se estima que casi el 50% de los casos se podrían prevenir o retrasar actuando en los llamados factores de riesgo modificables”. Estos factores están presentes a lo largo de toda la vida y las estrategias para contrarrestarlos “combinan acciones médicas, sociales y de políticas públicas. La buena noticia que es que nunca es tarde para comenzar”, identificó.
La Comisión Lancet 2024 identificó 14 factores de riesgo en los que se debería intervenir para disminuir la probabilidad de desarrollar este deterioro neurocognitivo: baja educación, pérdida auditiva, hipertensión, tabaquismo, obesidad, depresión, inactividad física, diabetes, consumo excesivo de alcohol, traumatismo craneoencefálico, contaminación ambiental, aislamiento social, colesterol LDL elevado (el colesterol malo) y pérdida de visión no tratada.
La Dra. Brevis estima que lo importante es dar vuelta esta información y traducirlo a acciones: promover la educación y la estimulación cognitiva, usar audífonos en caso de hipoacusia, tratar la depresión, protegerse con casco en deportes de contacto, hacer ejercicio regular, evitar tabaco y exceso de alcohol, controlar la presión arterial y el colesterol, mantener un peso saludable y prevenir la diabetes, favorecer la vida social y comunitaria, corregir problemas visuales y reducir la exposición a la contaminación. A todo esto, ella sumaría un pilar fundamental: mantener un buen dormir.
Si bien esta enfermedad no es considerada hereditaria, si se contempla el tener antecedentes de familiares con esta patología como un factor de riesgo mayor.
Recientemente, explicó el Dr. Fuentealba, se presentó en un congreso en Estados Unidos la posibilidad de que el péptido beta amiloide, sello distintivo de la enfermedad del Alzheimer, “se genere a partir de alguna interacción con la microbiota intestinal y viaje al cerebro por este eje intestino-cerebro, y ahí empieza a hacer su daño, porque finalmente no sabemos cuál es el evento gatillador”. A medida que aumenta la edad, la posibilidad de tener Alzheimer o alguna enfermedad neurodegenerativa es mayor.
Una enfermedad sin cura pero con síntomas detectables
La pérdida de memoria es el primer aviso del Alzheimer. Olvidar conversaciones recientes, sitios visitados en un corto plazo y realizar las mismas preguntas una y otra vez.
La toma de decisiones se ve afectada en pequeños cambios como no elegir la ropa adecuada a la estación, fallas al cocinar o problemas para planificar reuniones, incluso familiares.
El también Director por Concepción de la Sociedad de Farmacología de Chile explicó que hoy es posible realizar exámenes de caracterización genética, aunque advirtió que estos no constituyen un diagnóstico definitivo. Es como decirle a una persona: usted tiene el gen para el cáncer de mama, pero no tiene cáncer de mama. “Tendrá que hacerse su diagnóstico y su seguimiento anualmente. Pero todavía son exámenes muy costosos, muy difíciles de realizar, por lo tanto, no son masivos”.
Hasta ahora el Alzheimer no tiene cura, sin embargo, existen tratamientos para ralentizar el deterioro, controlar los síntomas y mantener la mejor calidad de vida posible.
“Aun después del diagnóstico de una demencia Alzheimer (o cualquier otra demencia), las personas se benefician de un cuidado integral que incluya apoyo a cuidadores, acceso a terapias farmacológicas que alivien síntomas, hábitos saludables, manejo de otras enfermedades, intervenciones psicosociales y de estimulación cognitiva que mantengan la actividad mental y social”, explicó la Dra. Brevis, quien sumó que el abordaje actual es integral y centrado en la persona.
¿Cómo manejar el diagnóstico?
El diagnóstico impacta a quien padece esta enfermedad neurodegerativa y a su entorno. La demencia afecta la vida entera, reflexionó la Dra. Brevis. “La mejor ayuda comienza aceptando este difícil diagnóstico y validando los sentimientos que genera. Luego una de las acciones claves para ayudar y acompañar es informarse y educarse: comprender que es la enfermedad, como va a avanzar y anticiparnos a ello y como se puede manejar”, contempló.
Muy importante es favorecer la autonomía de la persona que tiene esta enfermedad e involucrarla en las decisiones mientras pueda mantener rutinas claras y actividades que sean parte de su historia de vida. La Neuróloga recomendó también apoyar a quienes toman el papel de cuidador o cuidadora de la persona con Alzheimer. “El cuidador necesita apoyo emocional, compañía y un círculo cercano que comparta responsabilidades. Un cuidador acompañado es capaz de cuidar con mayor calidad”, cerró.