Crédito: Óscar Concha.
Como al igual que las acciones de contramonumento ya citadas, la mirada totalizante respecto a lo que es o no patrimonio para una comunidad es una pregunta principal en este debate.
El concepto de contramonumento remite al problema del discurso totalitario del monumento en las artes visuales y en la arquitectura. Nos remite directamente a la Alemania pos Segunda Guerra Mundial, pos Holocausto. Fundamentalmente busca reaccionar frente a la imposición de un significado, una invención manipulada (como dice el antropólogo catalán Llorenç Prats) de la identidad de una comunidad. En el caso latinoamericano como también chileno y local, se debe al poder de los símbolos expresados, por ejemplo, en el relato de una historia nacional en las estatuarias que se emplazan en diferentes puntos de una ciudad.
Para ser más claro respecto al concepto de contramonumento, podemos citar la obra de la pareja de artistas Jean Claude y Christo (Christo Vladimirov Javacheff) de 1995 cuando finalizan el Envolvimiento (Wrapped) del edificio del Reichstag en la ciudad de Berlín, Alemania. Dicha intervención realizada a los pocos años de la reunificación del país alemán, tuvo por objetivo el transformar el significado que tuvo y sigue teniendo para este país dicho edificio. En este sentido, ¿cómo podríamos situar el contramonumento en nuestra realidad local?
No es un ejemplo novedoso, pero varios podrían recordar la acción de envolvimiento de la Casa del Arte José Clemete Orozco (Pinacoteca) en el 2006, parte de una acción colectica de estudiantes del Departamento de Artes Plásticas UdeC, denominada O-Mito.
A pocos días de celebrarse nuevamente el Día del Patrimonio Cultural en Chile, parece pertinente repensar la relación actual entre las prácticas artísticas (artes visuales) a nivel local, con el problema del patrimonio cultural a través del concepto de contramonumento.
Las artes visuales, en este sentido, nos han hecho “ver” otra realidad. Si vinculamos dicha sentencia a la valorización del patrimonio cultural en nuestro país, más aún con los hechos acontecidos posterior al 18 de octubre de 20019, la llamada legitimidad de los “valores nacionales” se han puesto en discusión. Se suma a esto que también se sigue discutiendo la creación de la Ley de Patrimonio, que vendría a reemplazar a la actual Ley de Monumentos Nacionales. Un ejercicio en torno al contramunto, ha sido el trabajo vinculado a cuestiones del patrimonio arquitectónico y urbano del artista Oscar Concha desde el año 2009; o también la serie de encuentros Arte y Desindustrialización, que han sido organizados, entre otros, por la artista y académica UdeC Leslie Fernández.
Con el caso de la discusión de una nueva ley para el patrimonio en Chile, es relevante como ya no bastan las referencias a la normativa y léxico internacional en esta materia, sino que, como al igual que las acciones de contramonumento ya citadas, la mirada totalizante respecto a lo que es o no patrimonio para una comunidad es una pregunta principal en este debate.
Las artes visuales a nivel local han tendido de manera consciente —o no— a ponerse en “contra”, es decir, a estar en una oposición, frente “a” lo que hasta este momento se define como patrimonio. No para destruirlo, más bien para construir desde los valores colectivos, desde la memoria social otra forma de definir el patrimonio cultural. Por lo mismo, no debiésemos discutir la supuesta ausencia de valores nacionales en los bienes culturales descritos como patrimoniales en Chile o a nivel local. Ya que hoy la lectura de estos “Monumentos Nacionales” es otra. Deberíamos preguntarnos hacia dónde fue ese significado, o cuál es el valor que tiene este patrimonio después del estallido social. El valor patrimonial que le otorga un individuo o colectivo a un cosa o actividad, es sino, una legitimidad dada por significación social.
Columnista(s)
Javier Ramírez Hinrichsen
Coordinador de la Unidad de Patrimonio – VRIM
Director del programa de Magíster en Arte y Patrimonio
Facultad de Humanidades y Arte UdeC
Tags
- Compartir
- Compartir