El despertar de las humanidades y artes en la contingencia
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En las universidades, las humanidades y las artes se ocupan de investigar, crear y desarrollar diferentes aspectos de las expresiones de la cultura local y universal.
En las universidades, las humanidades y las artes se ocupan de investigar, crear y desarrollar diferentes aspectos de las expresiones de la cultura local y universal. Es también misión de las humanidades y las artes visibilizar las potencialidades de los lenguajes de la literatura, la música, las artes visuales, escénicas y cinematográficas, para proponer lecturas críticas de la realidad, que permitan imaginar y reimaginar la experiencia de otros; cuestionar y reconfigurar los lugares asignados a los cuerpos, las funciones y las competencias sociales.
Desde hace tres semanas, Chile y sus instituciones se han visto interpelados directa y abruptamente por una gran movilización social, lo que ha generado en sus comunidades una sensación de sorpresa y amargura, pero también de esperanza: primero, la movilización ha desatado un nivel de violencia, represión y abuso intolerables; segundo, este momento augura un cambio necesario y urgente.
Para gran parte de la ciudadanía, la expresión “Chile despertó”, que circula en redes sociales y en las consignas de los manifestantes, plasmadas en murales, lienzos y pancartas, cobra pleno sentido: si el país despertó es porque dormía, aletargado en un sopor tolerante frente a la escandalosa precarización de la gran mayoría de la población. Todo indicaba que era muy difícil revertir ese proceso, debido a la sistematicidad de los abusos, cohechos, estafas y colusiones que corrompían a nuestras instituciones y que nos hacían pensar que nada se podía hacer al respecto. Poco a poco nos comenzamos a resignar frente a ello. Tal como dicen Nelson Schwenke y Marcelo Nilo: “Nos fuimos quedando en el silencio, nos fuimos perdiendo en el tumulto, nos fuimos acostumbrando a aceptar lo que dijeran… se nos fue pegando la avaricia y con ella también la injusticia”.
Así, nuestra misión de investigadores, artistas y humanistas se fue desdibujando, presionados a cumplir con la docencia asignada semestralmente y a alcanzar, a como diera lugar, los estándares de productividad académica, por medio de los cuales somos medidos por cuánto escribimos, dónde escribimos y cuánto nos leen, sin importar si aquello contribuye a dar respuestas a los problemas de las comunidades en que habitamos e incluso con las que trabajamos. Sin importar tampoco si el conocimiento producido se materializa a través de un soporte distinto a la escritura, por ejemplo, a través del sonido del lenguaje de la música, del canto coral, a través de la visualidad de la pintura, el grabado, el mural, la novela gráfica, el relato audiovisual del cine documental o ficcional, o de la producción escénica que puede reunir a todos los lenguajes en una sinfonía que, en la UdeC, no nos es ajena.
Pero ya no más.
Lo que acontece hoy en la calle es una alerta decidida y perentoria frente a la pérdida de rumbo. Entre otras cosas, es urgente volver a valorizar la producción de arte en nuestra Facultad, en nuestra Universidad, en la calle, pues es precisamente a través del arte que se genera un conocimiento que permite acceder a aquello que es elusivo de ponerse en palabras. En este sentido, resulta imperioso trabajar en el establecimiento de equivalencias entre productividad científica y producción de arte, asunto que ha sido objeto de debates antiguos en la institucionalidad nacional vigente y, pese a estar reconocidas en los Estándares sobre productividad por comités de área de la Comisión Nacional de Acreditación (CNA) —vigentes desde 2014—, aún no han sido incorporadas entre los criterios de los sistemas de evaluación de nuestra Universidad, limitando la carrera académica de muchos de nuestros colegas.
Debemos avanzar juntos en cubrir estas brechas, en un marco de trabajo interdisciplinario, transparente y participativo. Las comunidades que desarrollan su quehacer en torno a las humanidades y las artes en la Universidad de Concepción deben volver a reunirse para repensar y redefinir su rol en el nuevo escenario social que se están produciendo en el país. En este marco, el trabajo interdisciplinario no debe ser solo una declaración de intenciones al arbitrio de los desafíos individuales, sino una práctica recurrente, debidamente incentivada y valorada en nuestro quehacer. Recordemos que las humanidades y las artes en la Universidad de Concepción se instalan en una sólida tradición histórica, que hace visibles las claves para volver a experimentar ese vínculo con la ciudad y la región, para aportar decididamente a los cambios que el país nos demanda hoy.
Columnista(s)
Dra. Patricia Henríquez Puentes
Directora Departamento de Español
Facultad de Humanidades y Arte
Universidad de Concepción
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