De la tiza y pizarrón a las clases on line: la trayectoria del profesor FCB Oscar Marín
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Mechón de la generación que entró a estudiar Pedagogía en Biología en 1959, el académico cumplió con una carrera de más de 62 años vinculado a la UdeC.
El profesor Oscar Marín Sotomayor empezó realizando clases con tiza blanca y pizarrón negro, y terminó enseñando de forma remota a generaciones que nunca conoció en persona.
En sus 53 años en la Facultad de Ciencias Biológicas (FCB), llegó a ser colega de sus profesores, compañeros y alumnos; fue testigo de todas las transformaciones y fusiones que atravesó la facultad, asistió a clases con el mismísimo Ottmar Wilhelm y estuvo presente en el funeral del Rector Enrique Molina.
Aun cuando en su título figura que es docente de biología de la Universidad de Chile (1967), la verdad es que el alma máter del profesor Marín está en la Universidad de Concepción.
“En esa época había que ir a Santiago a rendir el título a la Universidad de Chile”, relata. Mechón de la generación que entró a estudiar Pedagogía en Biología en 1959, el académico cumplió con una carrera de más de 62 años vinculado a la UdeC.
Hablar de su vida es escuchar sobre la universidad y viceversa. Es papá desde 1967 y docente desde 1968, sostiene que pasó más tiempo “viviendo en la universidad que en mi propia casa”.
Y, cómo no; si allí fue donde atestiguó cómo los trajes impecables de los guardaespaldas del senador norteamericano Robert Kennedy -quien estuvo en la UdeC en 1965- se manchaban de humildes huevos lanzados por la muchedumbre que asistió ese día a la Casa del Deporte o cuando desde el gran ventanal de su oficina con vistas a la avenida principal ubicada en el edificio de “La ballena”, vio a la figura del ex presidente cubano, Fidel Castro,dirigiéndose a la tarima situada en el foro a los pies del campanil, en su visita a Chile en 1971.
Hoy, en contraste con toda esa vida universitaria, lamenta la falta de conexión humana a la que se han visto enfrentadas las nuevas generaciones. Debido a la pandemia, lleva más de un año sin volver a abrir su oficina, donde todavía conserva documentos de todo tipo, algunos con más de 50 años de antigüedad.
Comenta que el distanciamiento le ha servido para minimizar el impacto de tener que alejarse —al menos formalmente— de lo que fue no solo su lugar de trabajo, sino que también su hogar y el cultivo de memorables recuerdos, después de los años de servicio en la FCB y toda una vida caminando junto a la universidad.
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