Académico UdeC es parte de estudio que evidencia importancia de las turberas para la vida de los anfibios

Crédito: Dr. Juan C. Ortiz.
El Dr. Juan Carlos Ortiz estuvo a cargo de verificar la presencia de anfibios en estos humedales y determinar si la reducción en la cobertura de musgo afecta su supervivencia.
La creciente explotación de las turberas de Sphagnum en Chile ha puesto en alerta a la comunidad científica y grupos ambientalistas por los efectos que la presión sobre este recurso puede tener en distintos niveles.
El ejemplo más latente es el de Chiloé, donde la extracción del musgo pompón (Sphagnum magellanicus) desde las turberas -un tipo de humedal- ha puesto en riesgo la alimentación de las napas de las que depende el suministro hídrico de la Isla que, a diferencia del continente, no cuenta con hielos cordilleranos que la surtan de agua.
Así como en Chiloé, son varios los lugares en que ha aumentado el interés por este musgo que se usa como sustrato para cultivos y jardinería por su capacidad de almacenar humedad: puede absorber hasta 20 veces su peso seco en agua.
El problema es que su explotación se hace sin planes de manejo que aseguren su sustentabilidad, poniendo en riesgo a especies que los habitan, así como los varios servicios ecosistémicos que prestan las turberas.
En este contexto, el Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias (INIA) Tamel Aike de Coyhaique llevó a cabo un estudio con el fin de establecer las bases para la conservación y manejo sustentable del pompón en la zona.
El académico del Departamento de Zoología de la Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas, Juan Carlos Ortiz Zapata, fue parte de este trabajo que está condensado en el libro Funciones y servicios ecosistémicos de las turberas de Sphagnum en la región de Aysén, puesto a disposición del público este mes en el sitio del Instituto.
“Uno de los objetivos de este estudio era desarrollar una línea base para las turberas de Sphagnum, la que tenía por propósito reconocer la biodiversidad presente en estos humedales”, señala el Dr. Ortiz.
El académico estuvo a cargo de estudiar la presencia de anfibios en las turberas y zonas ecotonales (transición entre estos humedales y el bosque de Nothofagus) y determinar si la reducción en la cobertura de musgo afecta su supervivencia, trabajo que realizó junto al investigador del INIA y uno de los editores del libro, Erwin Domínguez.
En países como Canadá ya se ha visto que la explotación de la cubierta de las turberas afecta la hidrología de estos sistemas y, como consecuencia de ello, la presencia de anfibios. Y así se observó en la Región de Aysén.
El Dr. Ortiz cuenta que el proyecto del INIA nace a partir de lo que estaba ocurriendo en Chiloé y, luego, en Magallanes, en los alrededores de Punta Arenas, con la explotación de las turberas.
“Se tenía conocimiento de eque los recolectores se habían trasladado a Aysén, cosa que efectivamente sucedió, porque incluso nos encontramos en terreno y reconocimos a algunos de ellos”, dice el herpetólogo, quien ya había investigado anfibios en turberas en el Parque Bernardo O’Higgins y áreas adyacentes al Parque Francisco Coloane de la región de Magallanes, así como en las cuencas de los ríos Baker y Pascua en la región de Aysén, siempre en áreas no explotadas.
Por eso, agrega, era importante hacer este estudio comparativo en la misma región en turberas que no estaban siendo explotadas y comparar con lo que estaba sucediendo en aquellas que se estaban explotando.
Entre la primavera y verano de 2018 y 2019, los investigadores realizaron observaciones en 13 turberas de Sphagnum magellanicum -tres de ellas en explotación y 10 que no han sido intervenidas- analizando la composición de anfibios.
Registraron un total de seis especies que se aparean, reproducen y realizan parte de su ciclo de vida en esos ambientes y en zonas aledañas, siendo el sapo de rayas (Nannophryne variegata) la más abundante en general y la que se presenta en mayor cantidad en los humedales no intervenidos.
“El resultado fue muy contrastante en lo que se refiere a los anfibios, ya que se observó un efecto negativo por la modificación tanto de la turbera como de los sitios de postura y desarrollo de huevos, así como en la influencia hídrica en los suelos de los bosque adyacentes”, comenta el Dr. Ortiz.
Deterioro hídrico
En sus conclusiones, el estudio advierte que en los lugares en que las turberas han sido explotadas o modificadas con drenajes se genera un deterioro hídrico que afecta los hábitats aptos para la reproducción del sapo de rayas, el que desaparece en las zona que están bajo explotación.
Esto es indicativo del impacto de la intervención de las turberas en la supervivencia no solo del sapo de rayas, sino también de otras especies de anfibios que hacen uso de estos ambientes.
“La explotación de la turba de Sphagnum no solo afecta los sitios de reproducción de especies de anfibios sino que además afecta el mantenimiento del balance del agua con los bosques circundantes, lo que afecta su vez a la mantención de las comunidades de anfibios que viven en ellas”, comenta el académico.
“Nuestros resultados muestran que las turberas que han sido explotadas producen una degradación del ambiente. Los cuerpos de agua presentes en las turberas son importantes para que las larvas de los anfibios puedan desarrollarse”, añade el experto.
Un punto relevante en el caso de Aysén y Magallanes es que una parte de la superficie ocupadas por turberas están insertas en el Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas del Estado (Snaspe), pero -para el académico- esto no debe ser un argumento para explotar las zonas a que no están bajo esta forma jurídica.
“La recuperación de una turbera explotada toma un tiempo que puede variar hasta más de 10 año, pero no será la misma que era antes de la intervención y el efecto que tendrá sobre la biodiversidad de las otras especies no asegura su recuperación”, puntualiza.
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