El dolor es una señal de alerta que emite el cuerpo para advertir que algo no funciona bien y que, en condiciones normales, desaparece una vez que el problema se resuelve. Pero hay personas en las que este estímulo es permanente, dando lugar al dolor crónico. En el marco del Día Mundial contra el dolor, conmemorado cada 17 de octubre, visibilizar esta condición crónica es fundamental para promover avances en su tratamiento.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada cinco personas adultas en el mundo sufre este problema, aunque el porcentaje de población afectada varía del 15 al 30% entre países. En Chile, las estimaciones están en torno al 30 y el 32%.
El dolor crónico no solo tiene implicancias en la salud física; también afecta el bienestar emocional, las relaciones familiares y sociales, la productividad laboral y la participación en actividades cotidianas.

Día Mundial contra el Dolor : una fecha para concientizar
En 2004, la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP), la Federación Europea del Dolor (EFIC) y la OMS establecieron el Día Mundial contra el Dolor con el objetivo de mejorar la calidad de vida de quienes lo padecen, promoviendo la investigación, el tratamiento y el acceso a terapias efectivas.
La fecha se conmemora este año bajo el lema ‘Manejo del Dolor, Investigación y Educación en Entornos de Ingresos Bajos y Medianos’, llamando la atención en los desafíos y desigualdades socioeconómicas entre las distintas regiones del mundo en abordaje de este problema.
Según las IASP, el dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada a una lesión real o potencial que, de acuerdo al académico de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad de Concepción, Gonzalo Yévenes Crisóstomo, tiene un carácter marcadamente individual.
“El dolor es siempre una experiencia personal, porque lo que te duele a ti es diferente a lo que te duele a mí; incluso el dolor es diferente con el mismo estímulo”, dijo el Doctor en Ciencias Biológicas.
Y eso dificulta su medición. De ahí que la evaluación de pacientes crónicos requiera de una particular atención, en especial cuando no hay una patología que lo explique.
El dolor, una experiencia personal
El Dr. Yévenes señaló que en muchos de estos casos de dolor “no necesariamente se cursa con daño (atribuible a él)”. Esta es una de las razones hacen complejo su diagnóstico.
Esto lo sabe bien la kinesióloga Ximena Vergara Paredes, paciente con Síndrome de Ehlers-Danlos tipo hipermóvil y dolor crónico, quien tuvo que esperar años y pasar por varias consultas antes de tener certezas sobre su condición.
“Muy tristemente había profesionales que minimizaban lo que yo sentía, como que el dolor que yo estaba sintiendo no era real, porque todos los exámenes estaban bien”, contó.
El dolor crónico se define como aquél que perdura más allá del período de recuperación de una lesión o que se presenta de forma continua o intermitente por más de tres meses. En muchos casos es invalidante.
“Si es dolor articular, muscular, me impide levantarme y caminar. Realmente es muy difícil para mí tener un día laboral normal con una crisis de dolor”, reconoce Ximena Vergara.
Clasificación de enfermedades
Gonzalo Yévenes recordó que a partir de 2022 el dolor crónico es reconocido como una enfermedad como tal -antes no lo era- luego de una nueva revisión de la Clasificación Internacional de Enfermedades de la OMS.
Esta clasificación, realizada en 2019, introduce diagnósticos más específicos para dolor crónico primario y síndromes de dolor crónico secundario (que están asociados a una condición médica como el cáncer, por ejemplo).
Este avance es relevante en la perspectiva clínica porque entrega herramientas para que los profesionales realicen una evaluación más completa y detallada. De todos modos, el investigador de la UdeC considera que aún falta ahondar en los mecanismos que están detrás del dolor crónico para avanzar también en su tratamiento.
Hasta ahora, los tratamientos farmacológicos más eficaces contra el dolor son los opioides, dentro de los que se cuentan la morfina y la heroína.
“Son los mejores analgésicos que existen”, aseveró el especialista. A pesar de ser muy buenos, tienen efectos asociados como pesadillas, mareos y otros síntomas físicos; tolerancia (cada vez se requiere dosis mayores) y dependencia física.
Medicamentos de uso común como antinflamatorios no esteroidales (AINES), dentro de los que se cuenta el diclofenaco y el ibuprofeno, “tienen baja eficacia en condiciones crónicas y están indicados “para procesos de otro tipo”, comentó.
Sin embargo, los AINEs suelen ser los fármacos más usados para tratar el dolor y, en general, se hace por automedicación y de manera recurrente.

Medicación segura
La química farmacéutica y docente de la Facultad de Farmacia UdeC, Carolina Gutiérrez Cáceres, alerta sobre los riesgos en el consumo de fármacos de venta libre.
“Tenemos varios medicamentos que podemos utilizar como analgésicos, todos con sus propios perfiles de seguridad. Por ejemplo, el acetoaminofeno (paracetamol) en exceso o en combinación con otras sustancias hepatotóxicas puede generar daño hepático”, indicó la candidata a doctora.
Los AINEs son útiles en caso de inflamación, “pero hay algunos que pueden tener más riesgo de sangrado gastrointestinal, cardiotoxicidad o nefrotoxicidad”.
Para la investigadora, es fundamental consultar con el médico antes de consumir algún fármaco o bien solicitar hablar con el farmacéutico para saber si existe un “riesgo aumentado de un efecto adverso o de interacciones con otros medicamentos por patologías crónicas”.
También advirtió sobre los peligros de adquirir medicamentos en comercios informales, “porque pueden ser falsificados, no tener las dosis correctas o incluso no tener el principio activo declarado” y de los problemas que puede generar el uso prolongado de fármacos sin supervisión médica.
“Los medicamentos son seguros cuando se usan en forma correcta y se ajustan a las necesidades de cada paciente”, puntualizó la especialista.
Ahondando en los alcances que puede tener el último, el especialista expuso el caso extremo de Estados Unidos donde, de acuerdo a los datos, en 2012 se alcanzó el máximo de recetas para opioides: 255 millones de prescripciones en una población de poco más de 310 millones en ese momento.
Tratamiento integrado
La analgesia -que en algunos casos no surte efecto- es solo una parte del tratamiento.
“La terapia del dolor crónico tiene que ser súper integrativa, con algo de psicología, mucho de terapia física y kinesiólogo, incluyendo técnicas alternativas como acupuntura o Flores de Bach”, comentó Gonzalo Yévenes.
La académica Carolina Gutiérrez reafirmó la importancia de un abordaje multidisciplinario, señalando que hay casos de “terapias no farmacológicas que incluso tienen mayor evidencia que muchos medicamentos”.
Tal como busca concientizar el Día Mundial contra el dolor, para muchos de estos pacientes, una parte importante de su bienestar está en una mayor comprensión y empatía desde las personas en general y también dentro del personal de salud.
“Es muy agotador tener dolor y que no te crean que te duele o que te digan ‘ponle más ganas’ o que crean que eres flojo; eso hace que las personas que sufren dolor finalmente sufran más de lo que ya están sufriendo”, expresó la kinesióloga Ximena Vergara.
A su juicio, eso las invisibiliza y las deja sin la atención que merecen. “Es muy importante acompañarlas no solo un tratamiento ‘mágico’, sino darles las herramientas para vivir con ello”, finalizó.