Estimaciones realizadas hace una década sobre la base de modelos climáticos proyectaban que la güiña (Leopardus guigna) perdería cerca del 40% de su hábitat hacia 2050 por alteraciones del clima y cambios en el uso de suelos.
Sin embargo, un estudio de la Universidad de Concepción, difundido recientemente en Conservation Biology, ha proyectado nuevos escenarios para el felino salvaje más pequeño de Sudamérica, que es también uno de los más diminutos del mundo.
De acuerdo a la investigación, la presencia de la güiña está determinada principalmente por las precipitaciones y la disponibilidad de presas, más que por la actividad humana directa.
“Al final, nosotros somos un elemento más del paisaje, es una constante que difícilmente va a cambiar”, afirmó la estudiante del Doctorado en Sistemática y Biodiversidad, de la Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas UdeC, Francisca Zamora Cornejo, autora principal de la publicación.
En los nuevos escenarios, la disponibilidad de alimentos se convierte en un factor gravitante para explicar la distribución actual y futura del mamífero endémico de Chile y Argentina.
“Las interacciones bióticas (por ejemplo, depredador-presa) son fundamentales. Más allá de la presencia humana; mientras haya comida y refugio las güiñas deberían tener la capacidad de estar ahí”, aseveró la bióloga y magíster en Ciencias con mención en Zoología.

De acuerdo al equipo, éste es el primer estudio para un carnívoro presente en Chile y Argentina que incorpora la huella humana y la disponibilidad de alimento (mediante un proxy de riqueza de especies) en un modelo para proyectar la potencial distribución presente y futura de un felino neotropical.
Interacción depredador-presa
Francisca Zamora señaló que los modelos de distribución de especies (MDE SDM por sus siglas en inglés) establecen una relación entre el ambiente y éstas, permitiendo finalmente predecir su hábitat.
“La evidencia reciente sugiere que implementar un formato híbrido, que combinan variables ambientales, como el clima; de origen antrópico, como la huella humana; y bióticas, como la interacción depredador-presa, es súper relevante para mejorar el desempeño de estos modelos”, dijo.
Además -agregó la científica- están las interacciones bióticas que son muy importantes. “Entonces, quise llevar lo que se sabe de la dieta de la güiña a un lenguaje espacial, pensando también en algo proyectable al futuro”, contó.
En el estudio se usó información de la presencia de la güiña sobre el territorio a través de datos obtenidos del Sistema Global de Información sobre Biodiversidad (GBIF), de la literatura científica y capturas en terreno -a cargo la colaboradora en el estudio, Gabriela Paz, en Aysén-.
“Tratamos de abarcar el máximo de información disponible, para hacer que estos modelos fueran lo más cercano posible a la realidad”, comentó.
Idoneidad de hábitat
En el estudio se incluyeron diez de las especies más relevantes en la dieta de este animal, que se compone principalmente de pequeños mamíferos (roedores, conejos y marsupiales), y se hicieron cruces de información con las distintas variables que dieron origen a seis modelos.
“El mejor modelo que hicimos abarcó todo: desde el clima hasta la huella humana, incluyendo a las presas, que también se vieron y se verán afectadas por la huella humana”, explicó
Así, se establecieron dos zonas de idoneidad de hábitat para el félido dentro de su área histórica de distribución, entre las regiones de Coquimbo y de Aysén.
La primera está en la parte norte, desde el ecosistema del matorral chileno cubriendo la zona septentrional del Bosque Valdiviano, hasta el límite entre las regiones del Biobío y la Araucanía, pasando por la Cordillera de Nahuelbuta.
La segunda comienza en la parte al sur de la Araucanía y abarca el Bosque Valdiviano de las regiones de Los Ríos, Los Lagos, de la Isla de Chiloé y áreas adyacentes en Argentina.

El estudio establece que la idoneidad del hábitat actual, principalmente en el valle central de Chile, ha bajado debido a las actividades humanas como cambios del uso de suelo o urbanización, pero que no ha dejado de ser habitable.
“De cierta forma, por eso aún podemos ver güiñas en zonas verdes periurbanas, como el cerro Caracol de Concepción y áreas similares en otras regiones; persisten siempre y cuando tengan comida y refugios cercanos (vegetación), a pesar de la perturbación”, acotó la investigadora.
El rol de las precipitaciones
Desde un punto de vista climático, las precipitaciones jugaron uno de los roles más relevantes, sin embargo, este factor, de acuerdo a Zamora, “no es tan determinante de manera directa para la guiña”.
Su relevancia se aprecia de manera indirecta, a través de sus presas, como roedores y pequeños marsupiales, “algunos con ciclos de vida estacionales que sí se ven fuertemente afectados por las lluvias”.
La investigadora detalló que la güiña es una especie súper móvil, que puede dispersarse a través de variados paisajes en busca de condiciones climáticas más favorables; no como los anfibios, por ejemplo, que dependen de fuentes de agua y, por ello, están más limitados en su dispersión
“Un poco de lluvia o calor, no es un problema para este gato. Lo que, sí puede ser un problema, es cuando hay cambios de las precipitaciones que afectan la disponibilidad de presas”, detalló.
La distribución de la güiña tiene un amplio rango temperaturas y precipitaciones y aunque está fragmentado por la huella humana y puede persistir gracias a la disponibilidad de presas.
“Puede que haya zonas que climáticamente no sean tan buenas, o que estén perturbadas por la acción humana, pero si hay suficiente comida, se vuelven más idóneas”, agregó.
De este modo, la principal conclusión del estudio es que, pese a la sensibilidad de la especie a los cambios de temperatura y precipitaciones o su vulnerabilidad a futuros cambios climáticos, la variación en la distribución de Leopardus guigna sigue siendo baja.
Especie vulnerable
La proyección de pérdida de hábitat de hace una década es contemporánea al ingreso de Leopardus guigna a la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (IUCN), donde aparece calificada en la categoría de vulnerable.
Y aunque las proyecciones del equipo de la UdeC son menos pesimistas, sus autores consideran que los nuevos escenarios no cambian el estatus en que se encuentra esta especie.
“Creo que a ningún especialista en félidos pensaría en moverla de su actual categoría”, afirmó Francisca Zamora.
La futura doctora dijo que los resultados más bien llaman a “redireccionar los esfuerzos de investigación hacia otras amenazas sobre la güiña que están pasando por debajo o no se han visto”.

Dentro de ellas se cuentan la competencia con carnívoros domésticos, como perros y gatos, los incendios forestales, los atropellos y las cazas en represalia por las muertes de animales de corral.
De igual modo, el estudio enfatiza en la necesidad de fortalecer las áreas protegidas, implementar corredores biológicos y promover la educación ambiental para mejorar la coexistencia entre la fauna nativa y las comunidades humanas.
Énfasis naturalista
El académico del Departamento de Zoología UdeC y parte del equipo de autoras/as de la publicación, Dr. Enrique Rodríguez Serrano, destacó que este estudio es un aporte a la comprensión de los factores que explican la distribución de los carnívoros que habitan el país, a partir de la biología básica de estas especies.
La güiña – recordó el Dr. Rodríguez- es una cazadora notable, característica que la cultura popular ha asociado a la viveza y oportunismo. A su juicio, esa condición debe ser considerada en la proyección futura de su respuesta al cambio climático y en entornos altamente modificados por la actividad humana.
“Una vez más, la naturaleza nos sorprende y nos muestra cómo esta especie puede convivir con cambios marcados si tiene donde y sobre quienes ejercer su rol de cazadora”, comentó el académico quien guía a Francisca Zamora en su investigación doctoral, al igual como lo hizo en el pregrado y el magíster.
Para el investigador, otro aspecto relevante del estudio es que es un reflejo del camino seguido por las y los estudiantes desde su formación inicial en la carrera de Biología, con un fuerte énfasis naturalista.
“Esos afanes por comprender aspectos ecológicos y sus consecuencias en la conservación de nuestro patrimonio encuentran en los postgrados, como el Magíster en Ciencias con mención en Zoología y el Doctorado en Sistemática y Biodiversidad un canalizador para lograr el máximo desarrollo en estas disciplinas”, expresó.
