Psicóloga Degyd: "Debemos preocuparnos por quienes, en aislamiento, viven con su agresor"
Crédito: Dirección de Equidad de Género y Diversidad UdeC
«La prevención es tarea de todos, como comunidad debemos estar atentos a identificar casos de violencia de género», sostiene la psicóloga Doris García Kurt, profesional de la Unidad de Investigación, Sanción y Reparación de la Dirección de Equidad de Género y Diversidad UdeC.
La psicóloga Doris García Kurt, quien se desempeña en la Unidad de Investigación, Sanción y Reparación de la Dirección de Equidad de Género y Diversidad de la Universidad de Concepción, responde a una serie de cuestionamientos asociados al aislamiento social y la violencia de género en el marco de la contingencia sanitaria nacional por el contagio de Covid-19, junto con proponer medidas de prevención y cuidado en el ámbito personal, familiar y estatal.
Al respecto, la profesional explicó que “al estar todos juntos, y por mucho tiempo, es probable que los conflictos que surgen en relación a los niños, a las tareas del hogar y a la relación en sí, estén más a flor de piel, se evidencien con mayor nitidez y frecuencia, y no se cuente con el espacio físico o temporal para reducir esta tirantez”.
La profesional cuenta con un postítulo en Psicoterapia de Orientación Psicoanalítica por la Universidad del Desarrollo, es diplomada en Psiquiatría Forense por la Universidad del Desarrollo y diplomada en Estudios de Género y Sociedad por la Universidad Academia Humanismo Cristiano.
Su experiencia profesional se centra en atención de mujeres en Programa de Prevención e Intervención en Violencia Intrafamiliar, de la Oficina Municipal de la Mujer Talcahuano, y en tareas clínicas en el Servicio de Psiquiatría y Oncología del Hospital Guillermo Grant Benavente.
¿Cuál es el impacto que tiene, en general, el aislamiento social en los casos de violencia de pareja?
Las condiciones de hacinamiento, esto es la carencia de espacios de la vivienda o la sobreocupación de personas en la vivienda, que en general se da en los estratos socioeconómicos más bajos, se considera un factor de riesgo en los indicadores de violencia de género, específicamente lo que se refiere a violencia psicológica, física y sexual.
Si bien la situación actual es transversal a todos los estratos económicos, la verdad es que el contexto de aislamiento y la falta de opciones para hacer una vida normal, tal como la conocemos, podrían equipararse a esta condición, pudiendo esperarse un aumento en los casos de violencia de género.
Esto, sumado al estrés generado por la incertidumbre, la falta de espacios de esparcimiento y el miedo podrían aumentar el nivel de tensión al interior del grupo familiar, y si este, además, presenta dinámicas jerarquizadas previas en las que la desigualdad en el ejercicio del poder desde la masculinidad, es habitual que, probablemente, represente un escenario potenciador y de riesgo de inicio, reactivación o agravamiento de problemáticas asociadas a la violencia.
¿Cómo interactúan estos factores con los roles tradicionales de género, especialmente al interior de las familias o las parejas?
En los roles tradicionales de género se genera la dinámica en la que existen “normas” que se deben cumplir desde ambos roles, y cuando este patrón no se cumple a cabalidad, comienzan a surgir los conflictos que podrían desarrollar un espiral creciente de violencia al interior de la vida en pareja o en el núcleo familiar.
En condiciones de cuarentena, podríamos suponer que este espiral y el ciclo de violencia podría ocurrir con mayor frecuencia y en mayor número, considerando que ya no se cuenta con espacios protectores como pueden ser el horario de trabajo, o el colegio de los niños/as, tiempos que distienden eventualmente estas tensiones.
Al estar todos juntos y por mucho tiempo, es probable que los conflictos que surgen en relación a los niños, a las tareas del hogar y a la relación en sí, estén más a flor de piel, se evidencien con mayor nitidez y frecuencia, y no se cuente con el espacio físico o temporal para reducir esta tirantez. Además, como mencionaba anteriormente, sumamos a esto los problemas que pueden surgir del estrés propio de esta contingencia, que cada día que pasa aumenta los niveles de frustración, incertidumbre y miedo.
En la actual situación de cuarentena, ¿se agravan o aumentan los casos de violencia de pareja?
Creo que podríamos esperar un aumento en ambas variables, es decir, en las denuncias o los casos de violencia de pareja y en la gravedad de ellos. Esto, porque en el escenario actual y en las condiciones de encierro a las que estamos sometidos, los ciclos y el espiral de violencia conocido se pudiesen presentar con mayor frecuencia y en mayor número, si es que no tomamos los resguardos preventivos, y hacemos consciente esta posible problemática.
¿Qué medidas se pueden impulsar desde el Estado y desde la sociedad civil para contribuir a disminuir este impacto negativo?
El Estado debería, a través del Ministerio de la Mujer, iniciar campañas preventivas orientadas a bloquear el aumento y gravedad de los casos. Es necesario hacer consciencia de la importancia de una convivencia saludable al interior de nuestras familias en este contexto de crisis, esto se transforma en un elemento fundamental.
Del mismo modo, debemos preocuparnos por aquellas víctimas de violencia de género, quienes, en estas condiciones de aislamiento, se encuentran conviviendo con su agresor, sin espacios protegidos ni aliviadores de tensión. A ellas debe ir un mensaje directo y una alternativa de denuncia y de atención a sus demandas, aunque esta tenga que ser virtual (telefónica incluso), considerando que esta será, probablemente, la única vía de escape emocional durante este tiempo.
Por otra parte, la prevención es tarea de todos. Como comunidad debemos estar atentos a identificar casos de violencia de género, porque contextos agresivos de esta índole podemos encontrar en la “puerta del lado y en nuestra propia puerta”, y si bien hoy no podemos intervenir de manera directa, si podemos trabajar empezando por casa.
En este sentido, el aislamiento social y confinamiento familiar actual genera tensiones, pero también oportunidades, como el tiempo para conversar en familia o en pareja de aquello que, siendo un conflicto, nunca nos hemos atrevido a resolver o a expresar. También nos da la oportunidad de practicar dinámicas familiares distintas, donde exista intercambio de roles, o donde todos se animen a hacer de todo, a aprender cosas nuevas como cocinar, a jugar en familia un juego de mesa, bailar, cantar, a romper esquemas y probar nuevas formas de hacer familia y pareja.
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