En la última década, se han introducido cambios en las formas de medir la pobreza, un fenómeno multidimensional que no se le puede describir solamente por la falta de ingresos. En estas nuevas miradas, aparece la pobreza de tiempo, que se define como la carencia de momentos disponibles para el ocio, el descanso y el desarrollo personal, debido a la carga combinada del trabajo remunerado y del no remunerado, incluyendo las labores domésticas y de cuidado.
El académico de la Facultad de Humanidades y Arte de la Universidad de Concepción, Mauricio Casanova Brito, recuerda que en Chile la pobreza se comenzó a medir de forma estandarizada solo a partir de 1987.
“Antes había mediciones indirectas, parcializadas; pero lo que se mide a partir de ese año es básicamente la pobreza de ingresos”, explicó el integrante del Departamento de Historia.
La incorporación de la perspectiva multidimensional desde el 2013 amplió la comprensión del concepto de pobreza, incluyendo en el cálculo variables como el acceso a la salud, la educación, la vivienda, el trabajo y la participación social.
“Si una persona o una familia tiene algún grado de privación en uno de estos componentes, se la puede considerar en situación de pobreza multidimensional”, agregó.
Pobreza de tiempo para el ocio, descanso y desarrollo personal
El problema de estas mediciones es que no consideran el valor del tiempo como recurso para el bienestar.
“Aun cuando una persona u hogar no se encuentre privado en ninguna de las dimensiones que contempla la pobreza multidimensional, sus integrantes pueden carecer del tiempo necesario para atender su propio bienestar y el de su familia”, dice el historiador.
Las investigaciones en ciencias sociales y en la economía en las últimas décadas han mostrado que incluso personas que pueden tener suficientes ingresos no tienen tiempo suficiente para vivir de manera digna.
El ejemplo más paradigmático de pobreza de tiempo es el de quienes, cumplidas sus labores remuneradas y no remuneradas, no alcanzan a dormir el mínimo de horas recomendadas para un descanso reparador.

La realidad es que gran parte de las familias dedican varias horas del día al sostenimiento de los hogares y eso —acotó el especialista en economía y pobreza en Chile— tiene un valor en el mercado, cuya referencia suele ser la remuneración que se paga a asesoras del hogar.
Medir la pobreza de tiempo
El Dr. Casanova Brito es autor de un artículo publicado en enero de este año en la revista Social Indicators, que describe una fórmula experimental para calcular la pobreza de tiempo en una perspectiva histórica.
El ejercicio consistió en adaptar una metodología comúnmente empleada por los historiadores económicos en estudios de pobreza de ingresos para investigar indirectamente la pobreza de tiempo utilizando data de Encuestas de Empleo, entre 1960 y 1995.
El principal insumo para este trabajo fue la Encuesta de Ocupación del Gran Santiago, que comenzó a aplicarse regularmente a partir de 1957.
De acuerdo con la metodología propuesta, una persona o un hogar es pobre de tiempo cuando dispone de pocas horas de libre disposición para sí o cuando hay una sobreabundancia de la jornada del día destinada a las “actividades necesarias”.
En estas actividades se suman la jornada laboral y el traslado desde la casa al lugar de trabajo y viceversa, el tiempo dedicado a la alimentación, el aseo personal, tareas domésticas y de cuidado de otros.
La propuesta también establece un nuevo indicador (déficit temporal de los hogares) que permite establecer un rango de bienestar de acuerdo a la proporción de tiempo “no productivo” del que dispone una persona o el grupo familiar.
“Nuestro análisis concluye que, entre 1960 y 1995, a pesar del rápido crecimiento económico y la disminución de la pobreza absoluta, la disponibilidad de tiempo dedicado al cuidado de miembros de la familia y otras personas dependientes se mantuvo constante”, contó el investigador.
Esto quiere decir que, pese a las mejoras relativas de los ingresos, no hubo una correlación en un bienestar vinculado al tiempo.
Desigualdad entre hombres y mujeres
Uno de los primeros intentos por indagar este tema en Chile es una encuesta piloto de uso de tiempo aplicada en la capital, en 2007, por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE).
Luego, en 2015, el INE llevó a cabo la primera Encuesta Nacional de Uso de Tiempo (ENUT) con participación de 15.312 hogares.

La ENUT tuvo una nueva versión, en 2023, incorporando 48 mil personas y 16 mil hogares, y sus resultados fueron publicados este año.
“Los resultados indican marcadas desigualdades en la cantidad de tiempo que invierten hombres y mujeres en el sostenimiento del hogar”, advirtió el investigador.
De acuerdo a la encuesta, las primeras dedican en promedio unas 5 horas al día a estas labores, dos más que los hombres.
Por otro lado, agregó el Dr. Casanova, existen estudios específicos sobre pobreza de tiempo que usan como fuente los datos de la ENUT.
“Por ejemplo, en 2022 la Fundación Sol (usando datos de 2015) estimó que la pobreza de tiempo afecta al 53% de las mujeres y al 36% de los hombres”, indicó.
La relevancia de esto es que surge tras una serie de debates que han intentado dar un valor a lo que se conoce como “trabajo no remunerado”.
“Es que culturalmente se entiende que no es un trabajo, que es una especie de dinámica familiar que tiene que ver con el amor, la crianza o la maternidad. más que con algo que participe de la dinámica de la economía”.
Pero las cifras dicen otra cosa. “En 2021, el Banco Central estimó que el trabajo doméstico no remunerado, que está a cargo mayoritariamente de mujeres, era equivalente a un cuarto del producto interno bruto”, expuso el Dr. Casanova.
Un problema de política pública
Esto quiere decir que esta actividad no solo es “un extra de la economía”, sino un elemento que sostiene la posibilidad de que exista un mercado del trabajo.
Este tipo de estudios, a juicio del investigador, evidencian que “la pobreza de tiempo es un problema de política pública, porque afecta desproporcionadamente a las mujeres”.
El especialista acotó que estas mediciones permiten adoptar medidas correctivas como lo que ha ocurrido en el ámbito previsional.
“La reforma reconoce este trabajo no remunerado y la incorpora dentro del cálculo de lo que debiese recibir como pensión”, indicó.
Aquí, el académico cita la inclusión de mujeres de 65 o más años que pudieron trabajar de forma remunerada como beneficiarias de la Pensión Garantizada Universal (PGU).
En otro ámbito, la reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales busca la posibilidad de liberar en parte la carga de tiempo dedicada al trabajo remunerado en hombres y mujeres.
“Estos estudios que hace un tiempo eran muy de nicho académico ahora están siendo utilizadas para dar sustento teórico a una serie de reformas que no solo abarcan la pobreza de tiempo, sino que también tienen impacto en el ámbito de pensiones y en la jornada laboral. Ese es el valor de estos estudios”, puntualizó el investigador.
