Los cánceres ginecológicos representan un desafío para la salud pública por su diagnóstico tardío y el impacto que generan en la vida de las mujeres. Este grupo de patologías incluye el cáncer cervicouterino —el único prevenible mediante examen de Papanicolaou y test de VPH—, el cáncer de endometrio, también considerado cáncer de útero; el cáncer de ovario, que incluye ovario, trompa y peritoneo; el cáncer de vulva y el cáncer de vagina.
Cada uno de estos canceres se desarrollan de forma distinta y presenta síntomas que, en muchos casos, son confundidos con situaciones normales, retrasando la consulta médica. La detección temprana y el acceso a tratamientos adecuados marcan la diferencia en la sobrevida y bienestar de las pacientes.
Según datos del Minsal, en Chile 1500 mujeres son diagnosticadas al año con cáncer cervicouterino, uno de los cánceres ginecológicos más comunes, y alrededor de 600 mueren anualmente debido a este. El 20 de septiembre se recuerda mundialmente su acción, como una manera de fomentar la prevención.
Síntomas y diagnóstico de cánceres ginecológicos
La matrona docente de Obstetricia y Puericultura de la Universidad de Concepción, Luna Orellana Gaete adelanta que “el único cáncer ginecológico prevenible es el cáncer cervicouterino”, esto porque su detección se puede realizar mediante el examen de Papanicolaou o PAP, que toda mujer puede realizar gratuitamente en su Cesfam.
Uno de los factores de riesgo es el Virus del Papiloma Humano (VPH), una infección de transmisión sexual muy común que en la mayoría de los casos es inofensiva, pero que en algunos casos puede derivar en verrugas genitales o en cánceres como el de cuello uterino, ano, pene, vulva o garganta.
“Se ha demostrado en la evidencia de estos últimos 10 años que la toma del test de VPH (Virus del Papiloma Humano) va a detectar esos serotipos o tipos de VPH que son de mayor riesgo para poder producir esta alteración celular que nos lleve a células tumorales”, explicó.
Los signos más frecuentes que entregan los cánceres ginecológicos son, a veces, considerados “normales” por las mujeres, lo que retrasa las consultas. Entre ellos está el sangrado anormal por vía vaginal o uterina, sangrados después de las relaciones sexuales penetrativas y dolor pélvico.
En etapas más avanzadas, “ya empiezan a dar sintomatología asociada al compromiso de los otros sistemas que estén afectando. Por ejemplo, si se disemina a la zona urinaria que está más próxima al útero, va a invadir esos territorios generando sintomatología como sangre en la orina, o problemas para defecar, o gastrointestinales”, ejemplificó la matrona.
Aquí radica la importancia de la visita ginecológica, pues el ojo clínico entrenado puede identificar y evaluar pequeñas lesiones o características que consideren sospechosas. La revisión del historial clínico entrega un aporte importante, como antecedentes familiares, el tratamiento del Síndrome de Lynch, la edad, el estado menopáusico, entre otros.
Tratamientos y calidad de vida
El diagnóstico, tratamiento y la calidad de vida que la paciente tenga posteriormente a su diagnostico dependerán del estado y avance en que se haya descubierto el cáncer. Si ya se diseminó a otros órganos, cuánto afectó, cuánto fue eliminado vía quirúrgica, entre otros.
“La quimio y radioterapia han sido los pilares clásicos para los estadios más avanzados”, reconoció la matrona. También menciona el tratamiento conocido como “Cono” en el caso del cáncer cervicouterino, que “nos permite remover este tumor o esta lesión que se está visualizando para mandar a biopsia, diagnosticando, pero, a la vez, tratarlo”.
Otro aspecto para tener en cuenta es cuando el tratamiento incluye la extracción quirúrgica de órganos como los ovarios, “que son muy importantes para nuestro sistema hormonal, ya que son quienes secretan hormonas sexuales”, explicó la matrona. En este caso, existen las opciones de terapias hormonales de reemplazo por medio de medicamentos.
Aunque los cánceres ginecológicos no se consideran directamente heredables, si un familiar directo presentó esta patología, los factores de riesgo aumentan y se recomiendan los exámenes preventivos de forma anual.